Me estafaron en línea, pero me dolió más la desilusión de la falsa victoria

Pensé que por fin había terminado una búsqueda de 15 años por un libro; resulta que perdí dinero y gané un doloroso fracaso.

Escribo esto con el enojo de la impotencia: fui víctima de unos estafadores al comprar por Facebook.

La historia es así: navegando por internet me encontré con la primera edición del libro Crines, lecturas de rock (1984) compilado por Carlos Chimal y con la participación de plumas tan destacadas como José Agustín, Federico Arana, Jaime López, Juan Villoro, Víctor Roura, etc. Una joya para quienes coleccionamos literatura rockera.

Llevo 15 años en busca de ese ejemplar tan esquivo. Y lo he buscado en todos los sitios de venta y subasta, en librerías de viejo en varios estados del país, en el tianguis del Chopo, en ventas de garage, y demás. Nunca lo he visto ni tenido en mis manos, solo sé de él por las referencias que le hacen en otros libros y ensayos de la época, porque tampoco es muy citado en la actualidad.

Total que lo encontré a la venta en el perfil de Facebook de la Librería Ítaca, que está en el centro de Guadalajara. Un ejemplar medio maltratado pero íntegro de Crines. No lo podía creer. Me lo ofrecieron en $3,000 pesos, pero pude ofrecer $2,200 más gastos de envío a la Ciudad de México por mensajería privada. Hubiera sido el artículo de segunda mano más caro que he comprado en mi vida. Los contacté por el botón de Whatsapp que aparece en su “tienda en línea” en ese mismo perfil.

Pero antes hice lo de costumbre: revisé las opiniones de la página en Facebook, los busqué en Twitter y leí las reseñas en Google. Todo parecía estar en orden. Durante el estira y afloje por el precio se mostraron muy atentos y hasta me respondieron pasada la hora de cierre de la librería. Me pasaron sus datos por mensaje de texto para hacer transferencia bancaria y quedé de pagar a primera hora del día siguiente. El depósito quedó registrado poco antes de las 10 am, como había prometido. Me pidieron mi dirección y mis datos de contacto para que la mensajería se ponga en contacto conmigo para la entrega.

Hasta aquí todo bien, esto lo he hecho innumerable cantidad de veces comprando libros, películas, discos, afiches y demás parafernalia de las cosas que colecciono en los sitios y perfiles más inusuales de internet y nunca había tenido problema. Ese mismo día les escribí por la tarde para saber si habían hecho el envío. Aquí es donde la cosa se pone turbia.

El mensaje por Whatsapp solo registró una palomita.

Primero no le di importancia y seguí mi día con normalidad para terminar mis pendientes regulares. Pero un tiempo después, al filo de las 7pm, noté que el mensaje seguía con el mismo estatus. Empecé a preocuparme. Decidí llamar al teléfono de la cuenta de whats, pero el celular estaba apagado. Luego recordé que en la búsqueda en Google había visto otro número de contacto. Llamé un par de veces pero al tercer intento, en la pantalla de mi celular apareció la leyenda: “imposible establecer conexión”. Sospeché que me habían bloqueado.

De inmediato regresé a la conversación en Whats, pero mi último mensaje aún estaba solo con una palomita gris. Seguía mandándome al buzón ese número. Aunque todo apunta a que no he sido bloqueado, porque aún puedo ver la foto de perfil en esa cuenta de empresa de Whats, no hay actividad desde hace horas.

Ya perdí toda esperanza. Estoy con la impotencia clavada en la mente de saber que además de perder $2,500 pesos, también se esfumó el fin de la búsqueda de 15 años de Crines. Ya había hecho un espacio en la repisa especial de mi librero en donde exhibo mis reliquias, pero ya lo regresé todo al acomodo original previo a esta ilusión de victoria que terminó en un amargo fraude. Claro que el dinero me afecta, pero qué difícil deshacerse de esa medalla de haber completado la misión y regresar al mismo punto de partida.

Ni hablar, se reanuda la búsqueda. Aquí vamos de nuevo.